14 enero, 2008

Paso doble

Ernesto era una tortuga. Pero sus hijos eran tan humanos como su padre.

06 enero, 2008

Adiós

No era inmortal ya que moría todas las mañanas cuando la gente se despertaba. Sin embargo iba y venía del limbo. Revivía por las noches cuando la gente dormía, por las tardes cuando alguien decidía tomar una siesta o incluso con algún alumno vago que le brindaba vida con su mente desviada de clase.
Pero ese día, luego de trillones de días y noches, de años y lustros, de vivir en cabezas de hombres y mujeres, de niños y perros, Don Sueño tomó una decisión.
Se metió en la cabeza de un inventor sonso que él detestaba porque no reconocía la belleza de soñar y sólo soñar, sino que trataba de convertir los sueños en realidad. En esa cabeza inventó la computadora.
Fue así como su suicidio definitivo se llevó a cabo. Luego de varios centenares de vidas y muertes más, la computadora había sido inventada, la robótica también, con ellas más tarde la inteligencia artificial.
Don Sueño no volvió a revivir nunca más. Ningún ser vivo se acordó jamás de él. Estaban demasiado atareados tratando de persistir.

Repulgue

Toda su coartada había terminado en ese momento
-¡Te digo que no sé como se hace!-
No servía de nada haber descuartizado el cadáver. No servía de nada haber picado los restos. No servía de nada haber comprado las tapas de empanadas.
Su plan había fallado: ninguno de los dos sabía hacer el repulgue.

Quejoso

Probó un trozo de fruta. No le gustó. Lo escupió.
Probó un trago de vino. No le gustó. Lo escupió.
Probó vivir un rato. Tampoco le gustó. Sin embargo, esta vez, fue la vida quien lo escupió a él.