09 diciembre, 2007

Cansado IV

Estaba todo demasiado iluminado cuando descubrí que a mi alrededor sólo había sombras. Frías y oscuras, éstas me trataban como si no fuera como ellas. Era coherente, no era una sombra y tampoco quería serlo.
Me senté en un rincón y los sombríos susurros se convirtieron en gritos en mi cabeza. Ya no los aguantaba. Fue por eso que decidí tomar una siesta.
Soñaba que las sombras se aclaraban, se embellecían. Pero demasiado. Brillaban demasiado. Yo, en cambio, me sentía opaco. Quizá haya sido por la luminosidad de las sombras, quizá porque realmente me estaba opacando.
Cuando desperté estaba solo. El cuarto vacío. Me sentí, dentro de todo, bien. Era lo que quería.
Unos días después, la alegría se había desvanecido. Creo que incluso yo me había desvanecido. Intenté cerrar nuevamente los ojos pero no iban a darme nunca más otra oportunidad.

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